jueves, 30 de octubre de 2008

Hoy, que es el cumpleaños de mi hermana

HOY que es el cumpleaños de mi hermana, no tengo
nada que darle, nada. No tengo nada, hermana.
Todo lo que poseo siempre lo llevo lejos.
A veces hasta mi alma me parece lejana.

Pobre como una hoja amarilla de otoño
y cantor como un hilo de agua sobre una huerta:
los dolores, tú sabes cómo me caen todos
como al camino caen todas las hojas muertas.

Mis alegrías nunca las sabrás, hermanita,
y mi dolor es ése, no te las puedo dar:
vinieron como pájaros a posarse en mi vida,
una palabra dura las haría volar.

Pienso que también ellas me dejarán un día,
que me quedaré solo, como nunca lo estuve.
Tú lo sabes, hermana, la soledad me lleva
hacia el fin de la tierra como el viento a las nubes!

Pero para qué es esto de pensamientos tristes!
A ti menos que a nadie debe afligir mi voz!
Después de todo nada de esto que digo existe...
No vayas a contárselo a mi madre, por Dios!

Uno no sabe cómo va hilvanando mentiras,
y uno dice por ellas, y ellas hablan por uno.
Piensa que tengo el alma toda llena de risas,
y no te engañarás, hermana, te lo juro.

La tierra combatiente

Primero resistió la tierra.

La nieve araucana quemó
como una hoguera de blancura
el paso de los invasores.
Caían de frío los dedos,
las manos, los pies de Almagro
y las garras que devoraron
y sepultaron monarquías
eran en la nieve un punto
de carne helada, eran silencio.
Fue en el mar de las cordilleras.
El aire chileno azotaba
marcando estrellas, derribando
codicias y caballerías.

Luego el hambre caminó detrás
de Almagro como una invisible
mandíbula que golpeaba.
Los caballos eran comidos
en aquella fiesta glacial.

Y la muerte del Sur desgranó
el galope de los Almagros,
hasta que volvió su caballo
hacia el Perú donde esperaba
al descubridor rechazado,
en el camino, con un hacha.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Los hombres del nitrato

Yo estaba en el salitre, con los héroes oscuros,
con el que cava nieve fertilizante y fina
en la corteza dura del planeta,
y estreché con orgullo sus manos de tierra.

Ellos me dijeron: "Mira,
hermano, cómo vivimos,
aquí en «Humberstone», aquí en «Mapocho»,
en «Ricaventura», en «Paloma»,
en «Pan de Azúcar», en «Piojillo»".

Y me mostraron sus raciones
de miserables alimentos,
su piso de tierra en las casas,
el sol, el polvo, las vinchucas,
y la soledad inmensa.

Yo vi el trabajo de los derripiadores,
que dejan sumida, en el mango
de la madera de la pala,
toda la huella de sus manos.

Yo escuché una voz que venía
desde el fondo estrecho del pique,
como de un útero infernal,
y después asomar arriba
una criatura sin rostro,
una máscara polvorienta
de sudor, de sangre y de polvo.

Y ése me dijo: "Adonde vayas,
habla tú de estos tormentos,
habla tú, hermano, de tu hermano
que vive abajo, en el infierno".

Esta campana rota

Esta campana rota
quiere sin embargo cantar:
el metal ahora es verde,
color de selva tiene la campana,
color de agua de estanques en el bosque,
color del día en las hojas.

El bronce roto y verde,
la campana de bruces
y dormida
fue enredada por las enredaderas,
y del color oro duro del bronce
pasó a color de rana:
fueron las manos del agua,
la humedad de la costa,
que dio verdura al metal,
ternura a la campana.

Esta campana rota
arrastrada en el brusco matorral
de mi jardín salvaje,
campana verde, herida,
hunde sus cicatrices en la hierba:
no llama a nadie más, no se congrega
junto a su copa verde
más que una mariposa que palpita
sobre el metal caído y vuela huyendo
con alas amarillas.

martes, 28 de octubre de 2008

Los llamo

Uno a uno hablaré con ellos está tarde.
Uno a uno, llegáis en el recuerdo,
esta tarde, a esta plaza.

Manuel Antonio López,
camarada.

Lisboa Calderón,
otros te traicionaron, nosotros continuamos tu
jornada.

Alejandro Gutiérrez,
el estandarte que cayó contigo
sobre toda la tierra se levanta.

César Tapia,
tu corazón está en estas banderas,
palpita hoy en el viento de la plaza.

Filomeno Chávez,
nunca estreché tu mano, pero aquí está tu mano:
es una mano pura que la muerte no mata.

Ramona Parra, joven
estrella iluminada,
Ramona Parra, frágil heroína,
Ramona Parra, flor ensangrentada,
amiga nuestra, corazón valiente,
niña ejemplar, guerrillera dorada:
juramos en tu nombre continuar esta lucha
para que así florezca tu sangre derramada.

Cómo nacen las banderas

Están así hasta hoy nuestras banderas.El pueblo las bordó con su ternura,cosió los trapos con su sufrimiento.
Clavó la estrella con su mano ardiente.
Y cortó, de camisa o firmamento,azul para la estrella de la patria.
El rojo, gota a gota, iba naciendo.

Mariposa de otoño

LA mariposa volotea
y arde —con el sol— a veces.

Mancha volante y llamarada,
ahora se queda parada
sobre una hoja que la mece.

Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.

Yo tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de las mieses.

Hoy una mano de congoja
llena de otoño el horizonte.
Y hasta de mi alma caen hojas.

Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.

Era la hora de las espigas.
El sol, ahora,
convalece.

Todo se va en la vida, amigos.
Se va o perece.

Se va la mano que te induce.
Se va o perece.

Se va la rosa que desates.
También la boca que te bese.

El agua, la sombra y el vaso.
Se va o perece.

Pasó la hora de las espigas.
El sol, ahora, convalece.

Su lengua tibia me rodea.
También me dice: —Te parece.

La mariposa volotea,
revolotea,
y desaparece.

El barco

Pero si ya pagamos nuestros pasajes en este mundopor qué, por qué no nos dejan sentarnos y comer?Queremos mirar las nubes,queremos tomar el sol y oler la sal,francamente no se trata de molestar a nadie,es tan sencillo: somos pasajeros.
Todos vamos pasando y el tiempo con nosotros:pasa el mar, se despide la rosa,pasa la tierra por la sombra y por la luz,y ustedes y nosotros pasamos, pasajeros.
Entonces qué les pasa?Por qué andan tan furiosos?A quién andan buscando con revólver?
Nosotros no sabíamosque todo lo tenían ocupado,las copas, los asientos,las camas, los espejos,el mar, el vino, el cielo.
Ahora resultaque no tenemos mesa.No puede ser, pensamos.No pueden convencernos.Estaba oscuro cuando llegamos al barco.Estábamos desnudos.Todos llegábamos del mismo sitio,Todos veníamos de mujer y de hombre.Todos tuvimos hambre y pronto dientes.A todos nos crecieron las manos y los ojospara trabajar y desear lo que existe.
Y ahora nos salen con que no podemos,que no hay sitio en el barco,no quieren saludarnos,no quieren jugar con nosotros.
Por qué tantas ventajas para ustedes?Quién les dio la cuchara cuando no habían nacido?
Aquí no están contentos,así no andan las cosas.
No me gusta en el viajehallar, en los rincones, la tristeza,los ojos sin amor o la boca con hambre.
No hay ropa para este creciente otoñoy menos, menos para el próximo invierno.Y sin zapatos cómo vamos a dar la vueltaal mundo, a tanta piedra en los caminos?
Sin mesa dónde vamos a comer,dónde nos sentaremos si no tenemos silla?Si es una broma triste, decídanse, señores,a terminarla pronto,a hablar en serio ahora.
Después el mar es duro.
Y llueve sangre.

domingo, 26 de octubre de 2008

Migración

TODO el día una línea y otra línea,
un escuadrón de plumas,
un navío
palpitaba en el aire,
atravesaba
el pequeño infinito
de la ventana desde donde busco,
interrogo, trabajo, acecho, aguardo.

La torre de la arena
y el espacio marino
se unen allí, resuelven
el canto, el movimiento.

Encima se abre el cielo.

Entonces así fue: rectas, agudas,
palpitantes, pasaron
hacia dónde? Hacia el Norte, hacia el Oeste,
hacia la claridad,
hacía la estrella,
hacia el peñón de soledad y sal
donde el mar desbarata sus relojes.

Era un ángulo de aves
dirigidas
aquella latitud de hierro y nieve
que avanzaba
sin tregua
en su camino rectilíneo:
era la devorante rectitud
de una flecha evidente,
los números del cielo que viajaban
a procrear formados
por imperioso amor y geometría.

Yo me empeñé en mirar hasta perder
los ojos y no he visto
sino el orden del vuelo,
la multitud del ala contra el viento:
vi la serenidad multiplicada
por aquel hemisferio transparente
cruzado por la oscura decisión
de aquellas aves en el firmamento.

No vi sino el camino.

Todo siguió celeste.

Pero en la muchedumbre de las aves
rectas a su destino
una bandada y otra dibujaban
victorias
triangulares
unidas por la voz de un solo vuelo,
por la unidad del fuego,
por la sangre,
por la sed, por el hambre,
por el frío,
por el precario día que lloraba
antes de ser tragado por la noche,
por la erótica urgencia de la vida:
la unidad de los pájaros
volaba
hacia las desdentadas costas negras,
peñascos muertos, islas amarillas,
donde el sol dura más que su jornada
y en el cálido mar se desarrolla
el pabellón plural de las sardinas.

En la piedra asaltada
por los pájaros
se adelantó el secreto:
piedra, humedad, estiércol, soledad,
fermentarán y bajo el sol sangriento
nacerán arenosas criaturas
que alguna vez regresarán volando
hacia la huracanada luz del frío,
hacia los pies antárticos de Chile.

Ahora cruzan, pueblan la distancia
moviendo apenas en la luz las alas
como si en un latido las unieran,

vuelan sin desprenderse

del cuerpo

migratorio

que en tierra se divide
y se dispersa.

Sobre el agua, en el aire,
el ave innumerable va volando,
la embarcación es una,
la nave transparente
construye la unidad con tantas alas,
con tantos ojos hacia el mar abiertos
que es una sola paz la que atraviesa
y sólo un ala inmensa se desplaza.

Ave del mar, espuma migratoria,
ala del Sur, del Norte, ala de ola,
racimo desplegado por el vuelo,
multiplicado corazón hambriento,
llegarás, ave grande, a desgranar
el collar de los huevos delicados
que empolla el viento y nutren las arenas
hasta que un nuevo vuelo multiplica
otra vez vida, muerte, desarrollo,
gritos mojados, caluroso estiércol,
y otra vez a nacer, a partir, lejos
del páramo y hacia otro páramo.

Lejos
de aquel silencio, huid, aves del frío
hacia un vasto silencio rocalloso
y desde el nido hasta el errante número,
flechas del mar, dejadme
la húmeda gloria del transcurso,
la permanencia insigne de las plumas
que nacen, mueren, duran y palpitan
creando pez a pez su larga espada,
crueldad contra crueldad la propia luz
y a contraviento y contramar, la vida.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Josie Bliss

Color azul de exterminadas fotografías,
color azul con pétalos y paseos al mar,
nombre definitivo que cae en las semanas
con un golpe de acero que las mata.

Qué vestido, qué primavera cruza,
qué mano sin cesar busca senos, cabezas?
El evidente humo del tiempo cae en vano,
en vano las estaciones,
las despedidas donde cae el humo,
los precipitados acontecimientos que esperan con espada:
de pronto hay algo,
como un confuso ataque de pieles rojas,
el horizonte de la sangre tiembla, hay algo,
algo sin duda agita los rosales.

Color azul de párpados que la noche ha lamido,
estrellas de cristal desquiciado, fragmentos
de piel y enredaderas sollozantes,
color que el río cava golpeándose en la arena,
azul que ha preparado las grandes gotas.

Tal vez sigo existiendo en una calle que el aire hace llorar
con un determinado lamento lúgubre de tal manera
que todas las mujeres visten de sordo azul:
yo existo en ese día repartido,
existo allí como una piedra pisada por un buey,
como un testigo sin duda olvidado.

Color azul de ala de pájaro de olvido,
el mar completamente ha empapado las plumas,
su ácido degradado, su ola de peso pálido
persigue las cosas hacinadas en los rincones del alma,
y en vano el humo golpea las puertas.

Ahí están, ahí están
los besos arrastrados por el polvo junto a un triste navío,
ahí están las sonrisas desaparecidas, los trajes que una mano
sacude llamando el alba:
parece que la boca de la muerte no quiere morder rostros,
dedos, palabras, ojos:
ahí están otra vez como grandes peces que completan el cielo
con su azul material vagamente invencible.

Diurno doliente

De pasión sobrante y sueños de cenizaun pálido palio llevo, un cortejo evidente,un viento de metal que vive solo,un sirviente mortal vestido de hambre,y en lo fresco que baja del árbol, en la esencia del solque su salud de astro implanta en las flores,cuando a mi piel parecida al oro llega el placer,tú, fantasma coral con pies de tigre,tú, ocasión funeral, reunión ígnea,acechando la patria en que sobrevivocon tus lanzas lunares que tiemblan poco.
Porque la ventana que el mediodía vacío atraviesatiene un día cualquiera mayor aire en sus alas,el frenesí hincha el traje y el sueño al sombrero,una abeja extremada arde sin tregua.Ahora, qué imprevisto paso hace crujir los caminos?Qué vapor de estación lúgubre, qué rostro de cristal,y aún más, qué sonido de carro viejo con espigas?Ay, una a una, la ola que llora y la sal que se triza,y el tiempo del amor celestial que pasa volando,han tenido voz de huéspedes y espacio en la espera.
De distancias llevadas a cabo, de resentimientos infieles,de hereditarias esperanzas mezcladas con sombra,de asistencias desgarradoramente dulcesy días de transparente veta y estatua floral,qué subsiste en mi término escaso, en mi débil producto?De mi lecho amarillo y de mi substancia estrellada,quién no es vecino y ausente a la vez?Un esfuerzo que salta, una flecha de trigotengo, y un arco en mi pecho manifiestamente espera,,y un latido delgado, de agua y tenacidad,como algo que se quiebra perpetuamente,atravies hasta el fondo mis separacionesapaga mi dolor y propaga mi duelo.

El miedo

Todos me piden que dé saltos,que tonifique y que futbole,que corra, que nade y que vuele.Muy bien.


Todos me aconsejan reposo,todos me destinan doctores,mirándome de cierta manera.Qué pasa?
Todos me aconsejan que viaje,que entre y que salga, que no viaje,que me muera y que no me muera.No importa.


Todos ven las dificultadesde mis vísceras sorprendidaspor radioterribles retratos.No estoy de acuerdo.


Todos pican mi poesíacon invencibles tenedoresbuscando, sin duda, una mosca,Tengo miedo.
Tengo miedo de todo el mundo,del agua fría, de la muerte.Soy como todos los mortales,inaplazable.


Por eso en estos cortos díasno voy a tomarlos en cuenta,voy a abrirme y voy a encerrarmecon mi más pérfido enemigo,Pablo Neruda.

lunes, 20 de octubre de 2008

La lluvia

NO, que la reina no reconozca
tu rostro, es más dulce
así, amor mío, lejos de las efigies, el peso
de tu cabellera en mis manos, recuerdas
el árbol de Mangareva cuyas flores caían
sobre tu pelo? Estos dedos no se parecen
a los pétalos blancos: míralos, son como raíces,
son como tallos de piedra sobre los que resbala
el lagarto. No temas, esperemos que caiga la
lluvia, desnudos,
la lluvia, la misma que cae sobre Manu Tara.

Pero así como el agua endurece sus rasgos en la
piedra,
sobre nosotros cae llevándonos suavemente
hacia la oscuridad, más abajo del agujero
de Ranu Raraku. Por eso
que no te divise el pescador ni el cántaro.
Sepulta
tus pechos de quemadura gemela en mi boca,
y que tu cabellera sea una pequeña noche mía,
una oscuridad cuyo perfume mojado me cubre.

De noche sueño que tú y yo somos dos plantas
que se elevaron juntas, con raíces enredadas,
y que tú conoces la tierra y la lluvia como mi
boca,
porque de tierra y de lluvia estamos hechos.
A veces
pienso que con la muerte dormiremos abajo,
en la profundidad de los pies de la efigie,
mirando
el Océano que nos trajo a construir y a amar.

Mis manos no eran férreas cuando te conocieron, las
aguas
de otro mar las pasaban como a una red; ahora
agua y piedras sostienen semillas y secretos.

Ámame dormida y desnuda, que en la orilla
eres como la isla: tu amor confuso, tu amor
asombrado, escondido en la cavidad de los sueños,
es como el movimiento del mar que nos rodea.

Y cuando yo también vaya durmiéndome
en tu amor, desnudo,
deja mi mano entre tus pechos para que palpite
al mismo tiempo que tus pezones mojados en
la lluvia.

Las masacres

Pero entonces la sangre fue escondida
detrás de las raíces, fue lavada
y negada
(fue tan lejos), la lluvia del Sur la borró
de la tierra
(tan lejos fue), el salitre la devoró en la
pampa:
y la muerte del pueblo fue como siempre
ha sido:
como si no muriera nadie, nada,
como si fueran piedras las que caen
sobre la tierra, o agua sobre el agua.

De Norte a Sur, adonde trituraron
o quemaron los muertos,
fueron en las tinieblas sepultados,
o en la noche quemados en silencio,
acumulados en un pique
o escupidos al mar sus huesos:
nadie sabe dónde están ahora,
no tienen tumba, están dispersos
en las raíces de la patria
sus martirizados dedos:
sus fusilados corazones:
la sonrisa de los chilenos:
los valerosos de la pampa:
los capitanes del silencio.

Nadie sabe dónde enterraron
los asesinos estos cuerpos,
pero ellos saldrán de la tierra
a cobrar la sangre caída
en la resurrección del pueblo.

En medio de la Plaza fue este crimen.

No escondió el matorral la sangre
pura
del pueblo, ni la tragó la arena de la
pampa.

Nadie escondió este crimen.

Este crimen fue en medio de la Patria.

El vuelo

El alto vuelo sigo
con mis manos:
honor del cielo, el pájaro
atraviesa
la transparencia, sin manchar el día.

Cruza el oeste palpitando y sube
por cada grada hasta el desnudo azul
todo el cielo es su torre
y limpia el mundo con su movimiento.

Aunque el ave violenta
busque sangre en la rosa del espacio
aquí está su estructura:
flecha y flor es el pájaro en su vuelo
y en la luz se reúnen
sus alas con el aire y la pureza.

¡Oh plumas destinadas
no al árbol, ni a la hierba, ni al
combate,
ni a la atroz superficie,
ni al taller sudoroso,
sino a la dirección y a la conquista
de un fruto transparente!

El baile de la altura
con los trajes nevados
de la gaviota, del petrel, celebro,
como si yo estuviera
perpetuamente entre los invitados:
tomo parte
en la velocidad y en el reposo,
en la pausa y la prisa de la nieve.

Y lo que vuela en mí se manifiesta
en la ecuación errante de sus alas.

¡Oh viento junto al férreo
vuelo del cóndor negro, por la bruma!
Silbante viento que traspuso el héroe
y su degolladora cimitarra:
tú guardas el contacto
del duro vuelo como una armadura
y en el cielo repites su amenaza
hasta que todo vuelve a ser azul.

Vuelo de la saeta
que es la misión de cada golondrina,
vuelo del ruiseñor con su sonata
y de la cacatúa y su atavío!

Vuelan en un cristal los colibríes
conmoviendo esmeraldas encendidas
y la perdiz sacude
el alma verde
de la menta volando en el rocío.

Yo que aprendía volar, con cada vuelo
de profesores puros
en el bosque, en el mar, en las
quebradas,
de espaldas en la arena
o en los sueños.
me quedé aquí, amarrado
a las raíces,
a la madre magnética, a la tierra,
mintiéndome a mí mismo
y volando
solo dentro de mí,
solo y a oscuras.

Muere la planta y otra vez se entierra,
vuelven los pies del hombre al
territorio,
sólo las alas huyen de la muerte.

El mundo es una esfera de cristal,
el hombre anda perdido si no vuela
no puede comprender la transparencia.

Por eso yo profeso
la claridad que nunca se detuvo
y aprendí de las aves
la sedienta esperanza,
la certidumbre y la verdad del vuelo.

sábado, 18 de octubre de 2008

EL futuro es espacio,espacio color de tierra,color de nube,color de agua, de aire,espacio negro para muchos sueños,espacio blanco para toda la nieve,para toda la música.

Atrás quedó el amor desesperadoque no tenía sitio para un beso,hay lugar para todos en el bosque,en la calle, en la casa,hay sitio subterráneo y submarino,qué placer es hallar por fin,subiendoun planeta vacío,grandes estrellas claras como el vodkatan transparentes y deshabitadas,y allí llegar con el primer teléfonopara que hablen más tarde tantos hombresde sus enfermedades.

Lo importante es apenas divisarse,gritar desde una dura cordilleray ver en la otra puntalos pies de una mujer recién llegada.

Adelante, salgamosdel río sofocanteen que con otros peces navegamosdesde el alba a la noche migratoriay ahora en este espacio descubiertovolemos a la pura soledad.

viernes, 17 de octubre de 2008

El fantasma del buque de carga

Distancia refugiada sobre tubos de espuma,sal en rituales de olas y órdenes definidos,y un olor y rumor de buque viejo,de podridas maderas y hierros averiados,y fatigadas máquinas que aúllan y lloranempujando la proa, pateando los costados,mascando lamentos, tragando y tragando distancias,haciendo un ruido de agrias aguas sobre las agrias aguas,moviendo el viejo buque sobre las viejas aguas.

Bodegas interiores, túneles crepusculares,que el día intermitente de los puertos visita:sacos, sacos que un dios sombrío ha acumuladocomo animales grises, redondos y sin ojos,dcon dulces orejas grises,y vientres estimables llenos de trigo o copra,sensitivas barrigas de mujeres encinta,pobremente vestidas de gris, pacientementeesperando en la sombra de un doloroso cine.
Las aguas exteriores de repentese oyen pasar, corriendo como un caballo opaco,con un ruido de pies de caballo en el agua,rápidas, sumergiéndose otra vez en las aguas.Nada más hay entonces que el tiempo en las cabinas:el tiempo en el desventurado comedor solitario,inmóvil y visible como una gran desgracia.

Olor de cuero y tela densamente gastados,y cebollas, y aceite, y aún más,olor de alguien flotando en los rincones del buque,olor a alguien sin nombreque baja como una ola de aire las escalas,y cruza corredores con su cuerpo ausente,y observa con sus ojos que la muerte preserva.Observa con sus ojos sin color, sin mirada,lento, y pasa temblando, sin presencia ni sombra:los sonidos lo arrugan, las cosas lo traspasan,su transparencia hace brillar las sillas sucias.Quién es ese fantasma sin cuerpo de fantasma,con sus pasos livianos como harina nocturnay su voz que sólo las cosas patrocinan?

Los muebles viajan llenos de su ser silenciosocomo pequeños barcos dentro del viejo barco,cargados de su ser desvanecido y vago:los roperos, las verdes carpetas de las mesas,el color de las cortinas y del suelo,todo ha sufrido el lento vacío de sus manos,y su respiración ha gastado las cosas.

Se desliza y resbala, desciende, transparente,aire en el aire frío que corre sobre el buque,con sus manos ocultas se apoya en las barandasy mira el mar amargo que huye detrás del buque.
Solamente las aguas rechazan su influencia,su color y su olor de olvidado fantasma,y frescas y profundas desarrollan su bailecomo vidas de fuego, como sangre o perfume,nuevas y fuertes surgen, unidas y reunidas.

Sin gastarse las aguas; sin costumbre ni tiempo,verdes de cantidad, eficaces y frías,tocan el negro estómago del buque y su materialavan, sus costras rotas, sus arrugas de hierro:roen las aguas vivas la cáscara del buque,traficando sus largas banderas de espumay sus dientes de sal volando en gotas.

Mira el mar el fantasma con su rostro sin ojos:el círculo del día, la tos del buque, un pájaroen la ecuación redonda y sola del espacioy desciende de nuevo a la vida del buquecayendo sobre el tiempo muerto y la madera,resbalando en las negras cocinas y cabinas,lento de aire y atmósfera y desolado espacio.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Amo, Valparaíso, cuanto encierras...

AMO, Valparaíso, cuanto encierras,
y cuanto irradias, novia del océano,
hasta más lejos de tu nimbo sordo.
Amo la luz violeta con que acudes
al marinero en la noche del mar,
y entonces eres -rosa de azahares-
luminosa y desnuda, fuego y niebla.
Que nadie venga con un martillo turbio
a golpear lo que amo, a defenderte:
nadie sino mi ser por tus secretos:
nadie sino mi voz por tus abiertas
hileras de rocío, por tus escalones
en donde la maternidad salobre
del mar te besa, nadie sino mis labios
en tu corona fría de sirena,
elevada en el aire de la altura,
oceánico amor, Valparaíso,
reina de todas las costas del mundo,
verdadera central de olas y barcos,
eres en mí como la luna o como
la dirección del aire en la arboleda.
Amo tus criminales callejones,
tu luna de puñal sobre los cerros,
y entre tus plazas la marinería
revistiendo de azul la primavera.

Que se entienda, te pido, puerto mío,
que yo tengo derecho
a escribirte lo bueno y lo malvado
y soy como las lámparas amargas
cuando iluminan las botellas rotas.

Colección nocturna

He vencido al ángel del sueño, el funesto alegórico:su gestión insistía, su denso paso llegaenvuelto en caracoles y cigarras,marino, perfumado de frutos agudos.
Es el viento que agita los meses, el silbido de un tren,el paso de la temperatura sobre el lecho,un opaco sonido de sombraque cae como trapo en lo interminable,una repetición de distancias, un vino de color confundido,un paso polvoriento de vacas bramando.
A veces su canasto negro cae en mi pecho,sus sacos de dominio hieren mi hombro,su multitud de sal, su ejército entreabiertorecorren y revuelven las cosas del cielo:él galopa en la respiración y su paso es de beso:su salitre seguro planta en los párpadoscon vigor esencial y solemne propósito:entra en lo preparado como un dueño:su substancia sin ruido equipa de pronto,su alimento profético propaga tenazmente.
Reconozco a menudo sus guerreros,sus piezas corroídas por el aire, sus dimensiones,y su necesidad de espacio es tan violentaque baja hasta mi corazón a buscarlo:él es el propietario de las mesetas inaccesibles,él baila con personajes trágicos y cotidianos:de noche rompe mi piel su ácido aéreoy escucho en mi interior temblar su instrumento.
Yo oigo el sueño de viejos compañeros y mujeres amadas,sueños cuyos latidos me quebrantan:su material de alfombra piso en silencio,su luz de amapola muerdo con delirio.
Cadáveres dormidos que a menudodanzan asidos al peso de mi corazón,qué ciudades opacas recorremos!Mi pardo corcel de sombra se agiganta,y sobre envejecidos tahúres, sobre lenocinios de escalerasgastadas,sobre lechos de niñas desnudas, entre jugadores de foot-ball,del viento ceñidos pasamos:y entonces caen a nuestra boca esos frutos blandos del cielo,los pájaros, las campanas conventuales, los cometas:aquel que se nutrió de geografía pura y estremecimiento,ése tal vez nos vio pasar centelleando.
Camaradas cuyas cabezas reposan sobre barriles,en un desmantelado buque prófugo, lejos,amigos míos sin lágrimas, mujeres de rostro cruel:la medianoche ha llegado y un gong de muertegolpea en torno mío como el mar.Hay en la boca el sabor, la sal del dormido.Fiel como una condena, a cada cuerpola palidez del distrito letárgico acude:una sonrisa fría, sumergida,unos ojos cubiertos como fatigados boxeadores,una respiración que sordamente devora fantasmas.
En esa humedad de nacimiento, con esa proporción tenebrosa,cerrada como una bodega, el aire es criminal:las paredes tienen un triste color de cocodrilo,una contextura de araña siniestra:se pisa en lo blando como sobre un monstruo muerto:las uvas negras inmensas, repletas,cuelgan de entre las ruinas como odres:oh Capitán, en nuestra hora de repartoabre los mudos cerrojos y espérame:allí debemos cenar vestidos de luto:el enfermo de malaria guardará las puertas.
Mi corazón, es tarde y sin orillas,el día, como un pobre mantel puesto a secar,oscila rodeado de seres y extensión:de cada ser viviente hay algo en la atmósfera:mirando mucho el aire aparecerían mendigos,abogados, bandidos, carteros, costureras,y un poco de cada oficio, un resto humilladoquiere trabajar su parte en nuestro interior.Yo busco desde antaño, yo examino sin arrogancia,conquistado, sin duda, por lo vespertino.

martes, 14 de octubre de 2008

Material nupcial

De pie como un cerezo sin cáscara ni flores,
especial, encendido, con venas y saliva,
y dedos y testículos,
miro una niña de papel y luna,
horizontal, temblando y respirando y blanca
y sus pezones como dos cifras separadas,
y la rosal reunión de sus piernas en donde
su sexo de pestañas nocturnas parpadea.

Pálido, desbordante,
siento hundirse palabras en mi boca,
palabras como niños ahogados,
y rumbo y rumbo y dientes crecen naves,
y aguas y latitud como quemadas.

La pondré como una espada o un espejo,
y abriré hasta la muerte sus piernas temerosas,
y morderé sus orejas y sus venas,
y haré que retroceda con los ojos cerrados
en un espeso río de semen verde.

La inundaré de amapolas y relámpagos,
la envolveré en rodillas, en labios, en agujas,
la entraré con pulgadas de epidermis llorando
y presiones de crimen y pelos empapados.

La haré huir escapándose por uñas y suspiros,
hacia nunca, hacia nada,
trepándose a la lenta médula y al oxígeno,
agarrándose a recuerdos y razones
como una sola mano, como un dedo partido
agitando una uña de sal desamparada.

Debe correr durmiendo por caminos de piel
en un país de goma cenicienta y ceniza,
luchando con cuchillos, y sábanas, y hormigas,
y con ojos que caen en ella como muertos,
y con gotas de negra materia resbalando
como pescados ciegos o balas de agua gruesa.

domingo, 12 de octubre de 2008

Oda a la cebolla

Cebolla,
luminosa redoma,
pétalo a pétalo
se formó tu hermosura,
escamas de cristal te acrecentaron
y en el secreto de la tierra oscura
se redondeó tu vientre de rocío.
Bajo la tierra
fue el milagro
y cuando apareció
tu torpe tallo verde,
y nacieron
tus hojas como espadas en el huerto,
la tierra acumuló su poderío
mostrando tu desnuda transparencia,
y como en Afrodita el mar remoto
duplicó la magnolia
levantando sus senos,
la tierra
así te hizo,
cebolla,
clara como un planeta,
y destinada
a relucir,
constelación constante,
redonda rosa de agua,
sobre
la mesa
de las pobres gentes.

Generosa
deshaces
tu globo de frescura
en la consumación
ferviente de la olla,
y el jirón de cristal
al calor encendido del aceite
se transforma en rizada pluma de oro.

También recordaré cómo fecunda
tu influencia el amor de la ensalada,
y parece que el cielo contribuye
dándole fina forma de granizo
a celebrar tu claridad picada
sobre los hemisferios del tomate.
Pero al alcance
de las manos del pueblo,
regada con aceite,
espolvoreada
con un poco de sal,
matas el hambre
del jornalero en el duro camino.
Estrella de los pobres,
hada madrina
envuelta
en delicado
papel, sales del suelo,
eterna, intacta, pura
como semilla de astro,
y al cortarte
el cuchillo en la cocina
sube la única lágrima
sin pena.
Nos hiciste llorar sin afligirnos.
Yo cuanto existe celebré, cebolla,
pero para mí eres
más hermosa que un ave
de plumas cegadoras,
eres para mis ojos
globo celeste, copa de platino,
baile inmóvil
de anémona nevada
y vive la fragancia de la tierra
en tu naturaleza cristalina.

Las agonías

EN Cajamarca empezó la agonía.

El joven Atahualpa, estambre azul,
árbol insigne, escuchó al viento
traer rumor de acero.
Era un confuso
brillo y temblor desde la costa,
un galope increíble
-piafar y poderío-
de hierro y hierro entre la hierba.
Llegaron los adelantados.
El Inca salió de la música
rodeado por los señores.

Las visitas
de otro planeta, sudadas y barbudas,
iban a hacer la reverencia.

El capellán
Valverde, corazón traidor, chacal podrido,
adelanta un extraño objeto, un trozo
de cesto, un fruto
tal vez de aquel planeta
de donde vienen los caballos.
Atahualpa lo toma. No conoce
de qué se trata: no brilla, no suena,
y lo deja caer sonriendo.

"Muerte,
venganza, matad, que os absuelvo",
grita el chacal de la cruz asesina.
El trueno acude hacia los bandoleros.
Nuestra sangre en su cuna es derramada.
Los príncipes rodean como un coro
al Inca, en la hora agonizante.

Diez mil peruanos caen
bajo cruces y espadas, la sangre
moja las vestiduras de Atahualpa.
Pizarro, el cerdo cruel de Extremadura
hace amarrar los delicados brazos
del Inca. La noche ha descendido
sobre el Perú como una brasa negra.

sábado, 11 de octubre de 2008

Dónde estará la Guillermina?

Dónde estará la Guillermina?
Cuando mi hermana la invitóy yo salí a abrirle la puerta,entró el sol, entraron estrellas,entraron dos trenzas de trigoy dos ojos interminables.
Yo tenía catorce añosy era orgullosamente oscuro,delgado, ceñido y fruncido,funeral y ceremonioso:yo vivía con las arañashumedecido por el bosqueme conocían los coleópterosy las abejas tricolores,yo dormía con las perdicessumergido bajo la menta.
Entonces entró la Guillerminacon dos relámpagos azulesque me atravesaron el peloy me clavaron como espadascontra los muros del invierno.
Esto sucedió en Temuco.Allá en el Sur, en la frontera.
Han pasado lentos los añospisando como paquidermos,ladrando como zorros locos,han pasado impuros los añoscrecientes, raídos, mortuorios,y yo anduve de nube en nube,de tierra en tierra, de ojo en ojo,mientras la lluvia en la fronteracaía, con el mismo traje.
Mi corazón ha caminadocon intransferibles zapatos,y he digerido las espinas:no tuve tregua donde estuve:donde yo pegué me pegaron,donde me mataron caíy resucité con frescuray luego y luego y luego y luego,es tan largo contar las cosas.
No tengo nada que añadir.
Vine a vivir en este mundo.
Dónde estará la Guillermina?

viernes, 10 de octubre de 2008

Oda a la edad

Yo no creo en la edad.

Todos los viejos
llevan
en los ojos
un niño,
y los niños
a veces
nos observan
como ancianos profundos.

Mediremos
la vida
por metros o kilómetros
o meses?
Tanto desde que naces?
Cuanto
debes andar
hasta que
como todos
en vez de caminarla por encima
descansemos, debajo de la tierra?

Al hombre, a la mujer
que consumaron
acciones, bondad, fuerza,
cólera, amor, ternura,
a los que verdaderamente
vivos
florecieron
y en su naturaleza maduraron,
no acerquemos nosotros
la medida
del tiempo
que tal vez
es otra cosa, un manto
mineral, un ave
planetaria, una flor,
otra cosa tal vez,
pero no una medida.

Tiempo, metal
o pájaro, flor
de largo pecíolo,
extiéndete
a lo largo
de los hombres,
florécelos
y lávalos
con
agua
abierta
o con sol escondido.
Te proclamo
camino
y no mortaja,
escala
pura
con peldaños
de aire,
traje sinceramente
renovado
por longitudinales
primaveras.

Ahora,
tiempo, te enrollo,
te deposito en mi
caja silvestre
y me voy a pescar
con tu hilo largo
los peces de la aurora!

El gran mantel

Cuando llamaron a comerse abalanzaron los tiranosy sus cocotas pasajeras,y era hermoso verlas pasarcomo avispas de busto gruesoseguidas por aquellos pálidosy desdichados tigres públicos.


Su oscura ración de pancomió el campesino en el campo,estaba solo y era tarde,estaba rodeado de trigo,pero no tenía más pan,se lo comió con dientes duros,mirándolo con ojos duros.


En la hora azul del almuerzo,la hora infinita del asado,el poeta deja su lira,toma el cuchillo, el tenedory pone su vaso en la mesa,y los pescadores acudenal breve mar de la sopera. Las papas ardiendo protestanentre las lenguas del aceite. Es de oro el cordero en las brasasy se desviste la cebolla. Es triste comer de frac,es comer en un ataúd,pero comer en los conventoses comer ya bajo la tierra. Comer solos es muy amargopero no comer es profundo,es hueco, es verde, tiene espinascomo una cadena de anzuelosque cae desde el corazóny que te clava por adentro.


Tener hambre es como tenazas,es como muerden los cangrejos,quema, quema y no tiene fuego:el hambre es un incendio frío. Sentémonos pronto a comercon todos los que no han comido,pongamos los largos maneles,la sal en los lagos del mundo,panaderías planetarias,mesas con fresas en la nieve,y un plato como la lunaen donde todos almorcemos.


Por ahora no pido másque la justicia del almuerzo.

jueves, 9 de octubre de 2008

José Miguel Carrera (1810)

E P I S O D I O

DIJISTE Libertad antes que nadie,
cuando el susurro iba de piedra en piedra,
escondido en los patios, humillado.

Dijiste Libertad antes que nadie.
Liberaste al hijo del esclavo.
Iban como las sombras mercaderes
vendiendo sangre de mares extraños.
Liberaste al hijo del esclavo.

Estableciste la primera imprenta.
Llegó la letra al pueblo oscurecido,
la noticia secreta abrió los labios.
Estableciste la primera imprenta.
Implantaste la escuela en el convento.
Retrocedió la gorda telaraña
y el rincón de los diezmos sofocantes.
Implantaste la escuela en el convento.

C O R O

Conózcase tu condición altiva,
Señor centelleante y aguerrido.
Conózcase lo que cayó brillando
de tu velocidad sobre la patria.
Vuelo bravío, corazón de púrpura.

Conózcanse tus llaves desbocadas
abriendo los cerrojos de la noche.
Jinete verde, rayo tempestuoso.
Conózcase tu amor a manos llenas,
tu lámpara de luz vertiginosa.
Racimo de una cepa desbordante.
Conózcase tu esplendor instantáneo,
tu errante corazón, tu fuego diurno.

Hierro iracundo, pétalo patricio.
Conózcase tu rayo de amenaza
destrozando las cúpulas cobardes.
Torre de tempestad, ramo de acacia.
Conózcase tu espada vigilante,
tu fundación de fuerza y meteoro.
Conózcase tu rápida grandeza.
Conózcase tu indomable apostura.

E P I S O D I O

Va por los mares, entre idiomas,
vestidos, aves extranjeras,
trae naves libertadoras,
escribe fuego, ordena nubes,
desentraña sol y soldados,
cruza la niebla en Baltimore
gastándose de puerta en puerta,
créditos y hombres lo desbordan,
lo acompañan todas las olas.
Junto al mar de Montevideo
en su habitación desterrada,
abre una imprenta, imprime balas.
Hacia Chile vive la flecha
de su dirección insurgente,
arde la furia cristalina
que lo conduce, y endereza
la cabalgata del rescate
montando en las crines ciclónicas
de su despeñada agonía.
Sus hermanos aniquilados
le gritan desde el paredón
de la venganza. Sangre suya
tiñe como una llamarada
en los adobes de Mendoza
su trágico trono vacío.
Sacude la paz planetaria
de la pampa como un circuito
de luciérnagas infernales.
Azota las ciudadelas
con el aullido de las tribus.
Ensarta cabezas cautivas
en el huracán de las lanzas.
Su poncho desencadenado
relampaguea en la humareda
y en la muerte de los caballos.

Joven Pueyrredón, no relates
el desolado escalofrío
de su final, no me atormentes
con la noche del abandono,
cuando lo llevan a Mendoza
mostrando el marfil de su máscara
la soledad de su agonía.

C O R O

Patria, presérvalo en tu manto,
recoge este amor peregrino:
no lo dejes rodar al fondo
de su tenebrosa desdicha:
sube a tu frente este fulgor,
esta lámpara inolvidable,
repliega esta rienda frenética,
llama a este párpado estrellado,
guarda el ovillo de esta sangre
para tus telas orgullosas.
Patria, recoge esta carrera,
la luz, la gota mal herida,
este cristal agonizante,
esta volcánica sortija.
Patria, galopa y defiéndelo,
galopa, corre, corre, corre.

É X O D O

Lo llevan a los muros de Mendoza,
al árbol cruel, a la vertiente
de sangre inaugurada, al solitario
tormento, al final frío de la estrella.
Va por las carreteras inconclusas,
zarza y tapiales desdentados,
álamos que le arrojan oro muerto,
rodeado por su orgullo inútil
como por una túnica harapienta
a la que el polvo de la muerte llega.

Piensa en su desangrada dinastía,
en la luna inicial sobre los robles
desgarradores de la infancia,
la escuela castellana y el escudo
rojo y viril de la milicia hispana,
su tribu asesinada, la dulzura
del matrimonio, entre los azahares,
el destierro, las luchas por el mundo.
O\'Higgins el enigma abanderado,
Javiera sin saber en los remotos
jardines de Santiago.
Mendoza insulta su linaje negro,
golpea su vencida investidura,
y entre las piedras arrojadas sube
hacia la muerte.
Nunca un hombre tuvo
un final más exacto. De las ásperas
embestidas, entre viento y bestias,
hasta este callejón donde sangraron
todos los de su sangre.
Cada grada
del cadalso lo ajusta a su destino.
Ya nadie puede continuar la cólera.
La venganza, el amor cierran sus puertas.
Los caminos ataron al errante.
Y cuando le disparan, y a través
de su paño de príncipe del pueblo
asoma sangre, es sangre que conoce
la tierra infame, sangre que ha llegado
donde tenía que llegar, al suelo
de lagares sedientos que esperaban
las uvas derrotadas de su muerte.

Indagó hacia la nieve de la patria.
Todo era niebla en la erizada altura.

Vio los fusiles cuyo hierro
hizo nacer su amor desmoronado,
se sintió sin raíces, pasajero
del humo, en la batalla solitaria,
y cayó envuelto en polvo y sangre
como en dos brazos de bandera.

C O R O

Húsar infortunado, alhaja ardiente,
zarza encendida en la patria nevada.

Llorad por él, llorad hasta que mojen,
mujeres, vuestras lágrimas la tierra,
la tierra que él amó, su idolatría.
Llorad, guerreros ásperos de Chile,
acostumbrados a montaña y ola,
este vacío es como un ventisquero,
esta muerte es el mar que nos golpea.
No preguntéis por qué, nadie diría
la verdad destrozada por la pólvora.
No preguntéis por qué, nadie diría
el crecimiento de la primavera,
nadie mató la rosa del hermano.
Guardemos, cólera, dolor y lágrimas,
llenemos el vacío desolado
y que la hoguera en la noche recuerde
la luz de las estrellas fallecidas.
Hermana, guarda tu rencor sagrado.
La victoria del pueblo necesita
la voz de tu ternura triturada.
Extended mantos en su ausencia
para que pueda -frío y enterrado-
con su silencio sostener la patria.

Más de una vida fue su vida.

Buscó su integridad como una llama.
La muerte fue con él hasta dejarlo
para siempre completo y consumido.

A N T I S T R O F A

Guarde el laurel doloroso su extrema substancia de invierno.
A su corona de espinas llevemos arena radiante,
hilos de estirpe araucana resguarden la luna mortuoria,
hojas de boldo fragante resuelvan la paz de su tumba,
nieve nutrida en las aguas inmensas y oscuras de Chile,
plantas que amó, toronjiles en tazas de greda silvestre,
ásperas plantas amadas por el amarillo centauro,
negros racimos colmados de eléctrico otoño en la tierra,
ojos sombríos que ardieron bajo sus besos terrestres.
Levante la patria sus aves, sus alas injustas, sus párpados rojos,
vuele, hacia el húsar herido la voz del queltehue en el agua,
sangre la loica su mancha de aroma escarlata rindiendo tributo
a aquél cuyo vuelo extendiera la noche nupcial de la patria
y el cóndor colgado en la altura inmutable corone con plumas
sangrientas
el pecho dormido, la hoguera que yace en las gradas de la
cordillera,
rompa el soldado la rosa iracunda aplastada en el muro
abrumado,
salte el paisano al caballo de negra montura y hocico de es-
puma,
vuelva al esclavo del campo su paz de raíces, su escudo
enlutado,
levante el mecánico su pálida torre tejida de estaño nocturno:
el pueblo que nace en la cuna torcida por mimbres y manos
del héroe,
el pueblo que sube de negros adobes de minas y bocas sul-
fúricas,
el pueblo levante el martirio y la urna y envuelva el recuerdo
desnudo
con su ferroviaria grandeza y su eterna balanza de piedras y
heridas
basta que la tierra fragante decrete copihues mojados y libros
abiertos,
al niño invencible, a la ráfaga insigne, al tierno temible y
acerbo soldado.
Y guarde su nombre en el duro dominio del pueblo en su lucha
como el nombre en la nave resiste el combate marino:
la patria en su proa lo inscriba y lo bese el relámpago
porque así fue su libre y delgada y ardiente materia.

miércoles, 8 de octubre de 2008

La gran alegría

LA sombra que indagué ya no me pertenece.
Yo tengo la alegría duradera del mástil,
la herencia de los bosques, el viento del camino
y un día decidido bajo la luz terrestre.

No escribo para que otros libros me aprisionen
ni para encarnizados aprendices de lirio,
sino para sencillos habitantes que piden
agua y luna, elementos del orden inmutable,
escuelas, pan y vino, guitarras y herramientas.

Escribo para el pueblo, aunque no pueda
leer mi poesía con sus ojos rurales.
Vendrá el instante en que una línea, el aire
que removió mi vida, llegará a sus orejas,
y entonces el labriego levantará los ojos,
el minero sonreirá rompiendo piedras,
el palanquero se limpiará la frente,
el pescador verá mejor el brillo
de un pez que palpitando le quemará las manos,
el mecánico, limpio, recién lavado, lleno
de aroma de jabón mirará mis poemas,
y ellos dirán tal vez: \"Fue un camarada\".

Eso es bastante, ésa es la corona que quiero.

Quiero que a la salida de fábricas y minas
esté mi poesía adherida a la tierra,
al aire, a la victoria del hombre maltratado.
Quiero que un joven halle en la dureza
que construí, con lentitud y con metales,
como una caja, abriéndola, cara a cara, la vida,
y hundiendo el alma toque las ráfagas que hicieron
mi alegría, en la altura tempestuosa.

En ti la tierra

PEQUEÑA
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y desnuda,
parece
que en una mano mía
cabes,
que así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra.

martes, 7 de octubre de 2008

La tortuga

La tortuga que
anduvo
tanto tiempo
y tanto vio
con
sus
antiguos
ojos,
la tortuga
que comió
aceitunas
del más profundo
mar,
la tortuga que nadó
siete siglos
y conoció
siete
mil
primaveras,
la tortuga
blindada
contra
el calor
y el frío,
contra
los rayos y las olas,
la tortuga
amarilla
y plateada,
con severos
lunares
ambarinos
y pies de rapiña,
la tortuga
se quedó
aquí
durmiendo,
y no lo sabe.

De tan vieja
se fue
poniendo dura,
dejó
de amar las olas
y fue rígida
como una plancha de planchar.
Cerró
los ojos que
tanto
mar, cielo, tiempo y tierra
desafiaron,
y se durmió
entre las otras
piedras.

lunes, 6 de octubre de 2008

Oda a los poetas populares

POETAS naturales de la tierra,
escondidos en surcos,
cantando en las esquinas,
ciegos de callejón, oh trovadores
de las praderas y los almacenes,
si al agua
comprendiéramos
tal vez corno vosotros hablaría,
si las piedras
dijeran su lamento
o su silencio,
con vuestra voz, hermanos,
hablarían.
Numerosos
sois, como las raíces.
En el antiguo corazón
del pueblo
habéis nacido
y de allí viene
vuestra voz sencilla.
Tenéis la jerarquía
del silencioso cántaro de greda
perdido en los rincones,
de pronto canta
cuando se desborda
y es sencillo
su canto,
es sólo tierra y agua.

Así quiero que canten
mis poemas,
que lleven
tierra y agua,
fertilidad y canto,
a todo el mundo.
Por eso,
poetas
de mi pueblo,
saludo
la antigua luz que sale
de la tierra.
El eterno
hilo en que se juntaron
pueblo
y
poesía,
nunca
se cortó
este profundo
hilo de piedra,
viene
desde tan lejos
como
la memoria
del hombre.
Vio
con los ojos ciegos
de los vates
nacer la tumultuosa
primavera,
la sociedad humana,
el primer beso,
y en la guerra
cantó sobre la sangre,
allí estaba mi hermano
barba roja,
cabeza ensangrentada
y ojos ciegos,
con su lira,
allí estaba
cantando
entre los muertos,
Homero
se llamaba
o Pastor Pérez,
o Reinaldo Donoso.
Sus endechas
eran allí y ahora
un vuelo blanco,
una paloma,
eran la paz, la rama
del árbol del aceite,
y la continuidad de la hermosura.
Más tarde
los absorbió la calle,
la campiña,
los encontré cantando
entre las reses,
en la celebración
del desafío,
relatando las penas
de los pobres,
llevando las noticias
de las inundaciones,
detallando las ruinas
del incendio
o la noche nefanda
de los asesinatos.

Ellos,
los poetas
de mi pueblo,
errantes,
pobres entre los pobres,
sostuvieron
sobre sus canciones
la sonrisa,
criticaron con sorna
a los explotadores,
contaron la miseria
del minero
y el destino implacable
del soldado.
Ellos,
los poetas
del pueblo,
con guitarra harapienta
y ojos conocedores
de la vida,
sostuvieron
en su canto
una rosa
y la mostraron en los callejones
para que se supiera
que la vida
no será siempre triste.
Payadores, poetas
humildemente altivos,
a través
de la historia
y sus reveses,
a través
de la paz y de la guerra,
de la noche y la aurora,
sois vosotros
los depositarios,
los tejedores
de la poesía,
y ahora
aquí en mi patria
está el tesoro,
el cristal de Castilla,
la soledad de Chile,
la pícara inocencia,
y la guitarra contra el infortunio,
la mano solidaria
en el camino,
la palabra
repetida en el canto
y transmitida,
la voz de piedra y agua
entre raíces,
la rapsodia del viento,
la voz que no requiere librerías,
todo lo que debemos aprender
los orgullosos:
con la verdad del pueblo
la eternidad del canto.

domingo, 5 de octubre de 2008

El río

YO entré en Florencia. Era
de noche. Temblé escuchando
casi dormido lo que el dulce río
me contaba. Yo no sé
lo que dicen los cuadros ni los libros
(no todos los cuadros ni todos los libros,
sólo algunos),
pero sé lo que dicen
todos los ríos.
Tienen el mismo idioma que yo tengo.
En las tierras salvajes
el Orinoco me habla
y entiendo, entiendo
historias que no puedo repetir.
Hay secretos míos
que el río se ha llevado,
y lo que me pidió lo voy cumpliendo
poco a poco en la tierra.
Reconocí en la voz del Arno entonces
viejas palabras que buscaban mi boca,
como el que nunca conoció la miel
y halla que reconoce su delicia.
Así escuché las voces
del río de Florencia,
como si antes de ser me hubieran dicho
lo que ahora escuchaba:
sueños y pasos que me unían
a la voz del río,
seres en movimiento,
golpes de luz en la historia,
tercetos encendidos como lámparas.
El pan y la sangre cantaban
con la voz nocturna del agua.

Molusca gongorina

DE California traje un múrex espinoso,
la sílice en sus púas, ataviada con humo
su erizada apostura de rosa congelada,
y su interior rosado de paladar ardía
con una suave sombra de corola carnosa.

Mas tuve una cyprea cuyas manchas cayeron
sobre su capa, ornando su terciopelo puro
con círculos quemados de pólvora o pantera,
y otra llevó en su lomo liso como una copa
una rama de ríos tatuados en la luna.

Mas la línea espiral, no sostenida
sino por aire y mar, oh
escalera, scalaria delicada,
oh monumento frágil de la aurora
que un anillo con ópalo amasado
enrolla deslizando la dulzura.

Saqué del mar, abriendo las arenas,
la ostra erizada de coral sangriento,
spondylus, cerrando en sus mitades
la luz de su tesoro sumergido,
cofre envuelto en agujas escarlatas,
o nieve con espinas agresoras.

La oliva grácil recogí en la arena,
húmeda caminante, pie de púrpura,
alhaja humedecida en cuya forma
la fruta endureció su llamarada,
pulió el cristal su condición marina
y ovaló la paloma su desnudo.

La caracola del tritón retuvo
la distancia en la gruta del sonido
y en la estructura de su cal trenzada
sostiene el mar con pétalos, su cúpula.

Oh rostellaria, flor impenetrable
como un signo elevado en una aguja,
mínima catedral, lanza rosada,
espada de la luz, pistilo de agua.

Pero en la altura de la aurora asoma
el hijo de la luz, hecho de luna,
el argonauta que un temblor dirige,
que un trémulo contacto de la espuma
amasó, navegando en una ola
con su nave espiral de jazminero.

Y entonces escondida en la marea,
boca ondulante de la mar morada,
sus labios de titánica violeta,
la tridacna cerró como un castillo,
y allí su rosa colosal devora
las azules estirpes que la besan:
monasterio de sal, herencia inmóvil
que encarceló una ola endurecida.

Pero debo nombrar, tocando apenas
oh Nautilus, tu alada dinastía,
la redonda ecuación en que navegas
deslizando tu nave nacarada,
tu espiral geornetría en que se funden,
reloj del mar, el nácar y la línea,
y debo hacia las islas, en el viento,
irrne contigo, dios de la estructura.

Galope muerto

Como cenizas, como mares poblándose,
en la sumergida lentitud, en lo informe,
o como se oyen desde el alto de los caminos
cruzar las campanadas en cruz,
teniendo ese sonido ya parte del metal,
confuso,pesando, haciéndose polvo
en el mismo molino de las formas demasiado lejos,
o recordadas o no vistas,
y el perfume de las ciruelas que rodando a tierra
se pudren en el tiempo, infinitamente verdes.

Aquello todo tan rápido, tan viviente,
inmóvil sin embargo, como la polea loca en sí misma,
esas ruedas de los motores, en fin.
Existiendo como las puntadas secas en las costuras del árbol,
callado, por alrededor, de tal modo,
mezclando todos los limbos sus colas.

Es que de dónde, por dónde, en qué orilla?
El rodeo constante, incierto, tan mudo,
como las lilas alrededor del convento,
o la llegada de la muerte a la lengua del buey
que cae a tumbos, guardabajo, y cuyos cuernos quieren sonar.

Por eso, en lo inmóvil, deteniéndose, percibir,
entonces, como aleteo inmenso, encima,
como abejas muertas o números,
ay, lo que mi corazón pálido no puede abarcar,
en multitudes, en lágrimas saliendo apenas,
y esfuerzos humanos, tormentas,
acciones negras descubiertas de repente
como hielos, desorden vasto,
oceánico, para mí que entro cantando,
como con una espada entre indefensos.

Ahora bien, de qué está hecho ese surgir de palomas
que hay entre la noche y el tiempo, como una barranca húmeda?
Ese sonido ya tan largo
que cae listando de piedras los caminos,
más bien, cuando sólo una hora
crece de improviso, extendiéndose sin tregua.

Adentrp del anillo del verano
una vez los grandes zapallos escuchan,
estirando sus plantas conmovedoras,
de eso, de lo que solicitándose mucho,
de lo lleno, oscuros de pesadas gotas.

sábado, 4 de octubre de 2008

Oda a la vida

La noche entera
con un hacha
me ha golpeado el dolor,
pero el sueño
pasó lavando como un agua oscura
piedras ensangrentadas.
Hoy de nuevo estoy vivo.
De nuevo
te levanto,
vida,
sobre mis hombros.

Oh vida, copa clara,
de pronto
te llenas
de agua sucia,
de vino muerto,
de agonía, de pérdidas,
de sobrecogedoras telarañas,
y muchos creen
que ese color de infierno
guardarás para siempre.

No es cierto.

Pasa una noche lenta,
pasa un solo minuto
y todo cambia.
Se llena
de transparencia
la copa de la vida.
El trabajo espacioso
nos espera.
De un solo golpe nacen las palomas.
Se establece la luz sobre la tierra.

Vida, los pobres
poetas
te creyeron amarga,
no salieron contigo
de la cama
con el viento del mundo.

Recibieron los golpes
sin buscarte,
se barrenaron
un agujero negro
y fueron sumergiéndose
en el luto
de un pozo solitario.

No es verdad, vida,
eres
bella
como la que yo amo
y entre los senos tienes
olor a menta.

Vida,
eres
una máquina plena,
felicidad, sonido
de tormenta, ternura
de aceite delicado.

Vida,
eres como una viña:
atesoras la luz y la repartes
transformada en racimo.

el que de ti reniega
que espere
un minuto, una noche,
un año corto o largo,
que salga
de su soledad mentirosa,
que indague y luche, junte
sus manos a otras manos,
que no adopte ni halague
a la desdicha,
que la rechace dándole
forma de muro,
como a la piedra los picapedreros,
que corte la desdicha
y se haga con ella
pantalones.
La vida nos espera
a todos
los que amamos
el salvaje
olor a mar y menta
que tiene entre los senos.

viernes, 3 de octubre de 2008

Bodas

De qué sirve un ciervo sin cierva,
de qué sirve un perro sin perra,
una abeja sin su abejo,
una tigresa sin su tigre,
o una camella sin camello,
o una ballena sin balleno
o un rinoceronte soltero ?

De que sirve un gato sin gata,
un ruiseñor sin ruiseñora,
una paloma sin palomo,
un caballito sin caballa,
una cangreja sin cangrejo,
un agujero sin raíces?

A casarse, peces del mar,
pumas de la pumería,
zorros de cola engañosa,
pulgas hambrientas de
provincia.

A procrear! dice la tierra
con una voz tan invisible
que todos la ven y la tocan
y todos la oyen, y esperan.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Mi muchacha salvaje

MI MUCHACHA salvaje, hemos tenido
que recobrar el tiempo
y marchar hacia atrás, en la distancia
de nuestras vidas, beso a beso,
recogiendo de un sitio lo que dimos
sin alegría, descubriendo en otro
el camino secreto
que iba acercando tus pies a los míos,
y así bajo mi boca
vuelves a ver la planta insatisfecha
de tu vida alargando sus raíces
hacia mi corazón que te esperaba.
Y una a una las noches
entre nuestras ciudades separadas
se agregan a la noche que nos une.
La luz de cada día,
su llama o su reposo
nos entregan, sacándolos del tiempo,
y así se desentierra
en la sombra o la luz nuestro tesoro,
y así besan la vida nuestros besos:
todo el amor en nuestro amor se encierra:
toda la sed termina en nuestro abrazo.
Aquí estamos al fin frente a frente,
nos hemos encontrado,
no hemos perdido nada.
Nos hemos recorrido labio a labio,
hemos cambiado mil veces
entre nosotros la muerte y la vida,
todo lo que traíamos
como muertas medallas
lo echamos al fondo del mar,
todo lo que aprendimos
no nos sirvió de nada:
comenzamos de nuevo,
terminamos de nuevo
muerte y vida.
Y aquí sobrevivimos,
puros, con la pureza que nosotros creamos,
más anchos que la tierra que no pudo extraviarnos,
eternos como el fuego que arderá
cuanto dure la vida.